Mensajes de una cumbre – El Tiempo

Terminó el miércoles en Cartagena la cumbre de Finanzas en Común, que reunió a los bancos públicos de desarrollo que operan en los cinco continentes, ya sea en el ámbito nacional o multilateral. A la cita acudieron los representantes de más de medio millar de entidades cuyos activos combinados superan los 23 billones de dólares, además de representantes de la banca comercial, la academia, organizaciones no gubernamentales y delegados de varios gobiernos.
Más allá de que la ciudad amurallada volvió a confirmar –gracias al empeño de Bancóldex– que es una gran sede para la realización de eventos de primera importancia, lo más destacable fue el sentido de urgencia común respecto a algunos de los desafíos que enfrenta la humanidad. En particular, y en línea con los motivos que llevaron a la creación de este esquema de coordinación en 2020, se examinó el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos en el seno de la ONU y el cumplimiento del Acuerdo de París sobre cambio climático.
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Lamentablemente, el parte entregado no fue alentador. El avance frente a desafíos globales como la pobreza, el hambre y la desigualdad de género es, por decir lo menos, tímido. Factores como la pandemia o la invasión de Rusia a Ucrania –aunque también la falta de solidaridad entre las naciones– han influido para que resulte casi imposible cumplir con los ODS en 2030.
De otro lado, las estadísticas disponibles confirman que el calentamiento global sigue su marcha. Entre junio y agosto –periodo que coincide en buena parte con la estación veraniega en el hemisferio norte– se registraron en el planeta las temperaturas promedio más elevadas desde cuando existen registros al respecto.
Solo queda multiplicar esfuerzos, si se trata de que el progreso justo llegue a cada vez más personas y sea respetuoso del medioambiente.
Todo lo anterior acabó siendo entendido como un llamado a la acción. En tal sentido, entidades que operan en las más diversas latitudes, como el Banco Mundial, o que trabajan en América Latina y el Caribe, como el BID y la CAF, renovaron su compromiso de acomodar sus programas de crédito y cooperación técnica a las prioridades mencionadas.
Qué algo se está haciendo, es indudable. Por ejemplo, las 24 entidades de mayor tamaño señalaron que sus compromisos verdes llegaron a un máximo histórico de 288.000 millones de dólares en 2022. Dicha suma representa un incremento de 29 % sobre la de 2021 y seguramente será superada este año, en la medida que los proyectos orientados a la transición energética o el cuidado de la biodiversidad ganan más tracción. Aun así, solo queda multiplicar esfuerzos, si se trata de que el progreso justo llegue a cada vez más personas y este sea respetuoso del medioambiente. Pero ese propósito, para ser exitoso, depende de que cada engranaje del sistema financiero internacional y local haga lo que le corresponde de manera eficiente.
Eso es muy distinto, claro, a implementar las ideas del presidente Gustavo Petro, quien al cerrar la cumbre de Cartagena propuso que los bancos centrales –como el Banco de la República– financien proyectos de mitigación del cambio climático o que los de desarrollo se vuelvan entidades de primer piso y hagan créditos directos a la gente. Todo debate es bienvenido, pero no necesariamente cada uno de ellos responde al pragmatismo que demanda la realidad de los procesos. Orden, objetivos comunes, especialización y coordinación es lo que se necesita con el fin de avanzar más rápido. Y voluntad de construir, sobre todo.
EDITORIAL